Relatos y poemas acerca de la vivencia del despertar a la conciencia no dual // Los relatos de este blog muestran que vivir lo que realmente somos es posible, y que está al alcance de todos. Que no hay que ser perfecto, ni hacen falta prácticas espirituales especiales. Que no necesitamos sanarnos de nuestros defectos ni resolver nuestros problemas. Lo que Somos lo somos aquí y ahora, siempre. Nunca hemos sido otra cosa: Una pura Conciencia, infinita y eterna.

viernes, septiembre 15, 2006

4.- PRESENCIA: "El secreto abierto"


Aquella tarde caminé hasta muy lejos, por los caminos que bordeaban los campos de labranza. Había rosales silvestres, zarzamoras, achicorias, malvas, hinojo, mostaza… en los bordes del camino. ¡Cómo conceptualizamos las cosas al ponerles un nombre!. Ese nombre es como una etiqueta de esas que a pesar de frotar y frotar siguen dejando restos adheridos al bote, enturbiando su transparencia. Con los conceptos y los nombres tapamos la realidad, el ahora, la vida. Ya no vemos la cosa sino el concepto de la misma que tenemos en el recuerdo.

Miré las plantas sin nombrarlas, abrazándolas como si las viese por primera vez en mi vida. Las moras estaban limpias por la lluvia de ayer, y eran tan gordas que llamaban la atención. Cogí unas cuantas, y me dí cuenta de lo intenso de su sabor, tal vez debido a la sequía del verano. Disfruté cada bocado, consciente y agradecida.

Las nubes atravesaban el cielo tan rápido que el paisaje cambiaba cada momento. Tan pronto salía el sol como era tapado por una nube blanca, o por una gran nube gris y amenazadora, que rápidamente también desaparecía para dejar pasar al sol. Aminoré la marcha. Descendí por el sendero hasta el campo de girasoles, trepé por la ladera de la colina que estaba frente a ellos, cara al sol, como sus flores, y me senté bajo un roble a leer. Había llevado el libro de Jan Kersschot titulado “Volver a sí mismo”, que estaba leyendo por segunda vez. Lo abrí por la señal y continué donde lo había dejado hacía unas horas. No recuerdo qué leí, pero se trataba “de lo fácil y sencillo que es acceder a nuestro verdadero Ser”, y de que “no había que hacer ningún esfuerzo”. Había leído muchas veces estos conceptos, en éste y en otros libros, y lo había escuchado cientos de veces en boca de Consuelo, pero aunque lo “sabía”, y en determinados momentos podía acceder a esa esencia real, nunca podía mantenerla mucho tiempo.

Me levanté para marchar, porque ahora las nubes grises eran espesas y continuas. Mientras ascendía la suave loma caminando conscientemente, algo se fue moviendo dentro de mí y entonces me di cuenta. Lo “vi”. Es como si mi cabeza se hubiera dado la vuelta como un guante y se hubiera colocado de otra manera, algo parecido a cuando miramos un dibujo en tres dimensiones y después de un rato de pronto lo “vemos” por fin, sin haber hecho nada para conseguirlo. Pero decirlo así no es tampoco correcto, porque allí no había nadie que viera nada. Simplemente estaba la Conciencia, y lo extraordinario es que ¡había sido así siempre! Era tan evidente, tan cercano, tan accesible, que parecía imposible no haberse dado cuenta antes. ¿Cómo explicar esto con palabras? ¡Estaba al alcance de todos! ¡no había que hacer nada, absolutamente nada! Era algo tan simple, ¡tan obvio! La Luz que miraba por estos ojos había estado mirando siempre, y la persona no se daba cuenta!. Decir siempre es también incorrecto, porque en esa Presencia no había tiempo ni espacio. Estaba ahí, inmutable y eterna.

Nada había cambiado. Los girasoles seguían ondeando al viento, el roble continuaba dando la misma sombra y las nubes viajaban a la misma velocidad que antes, pero todo era diferente. Aunque había un cuerpo que los veía, no había “nadie” mirándolos. Simplemente eran. Estaban ahí, luminosos, y sólo había una conciencia. Una sola Conciencia que era Todo y a la vez no era Nada, porque la Conciencia y lo Manifestado eran una sola cosa.

El pensamiento intervino diciendo: “Esto se te pasará. Se debe a la energía del retiro, y te durará muy poco tiempo. Probablemente es sólo la cercanía de Consuelo…”. Pero ese pensamiento apareció en la Conciencia como un objeto más, y la Presencia permaneció inmutable. No importaba el hecho de que viniesen o no pensamientos; allí no había nadie para apropiárselos, y estaban, como las nubes del cielo, formando parte de ese Todo, flotando en la Vida, como todas las demás cosas. Eso era algo completamente nuevo. El pensamiento era absorbido por la misma Conciencia, y la Presencia se mantenía. Era una evidencia tan total, tan absoluta de lo Real, que me resulta imposible describirla con palabras.

El cuerpo se levantó y comenzó a caminar de vuelta al monasterio. Se detuvo en un bosquecillo para descansar a la sombra de una vieja encina. Entonces apareció de nuevo el corzo. Levantaba su hocico olisqueando el aire con desconfianza, como si intuyese la presencia cercana del hombre. Pero el viento estaba en su contra, por lo que pudo ser disfrutado durante un largo rato. El estado de Presencia, de silenciosa lucidez, permanecía. No había sentimiento de separación, aunque tampoco de unión, y esto también era una novedad, porque siempre había soñado con ese “sentimiento de unión” del que hablan los místicos; simplemente Todo era Uno, de una manera absolutamente evidente.

Al fin, cuando el corzo se alejó, salí del bosque y atravesé los sembrados hasta llegar al camino.
No podía dejar de ver. No tenía que hacer nada para ello. Allí no había nadie intentando nada. La Luz no podía irse porque nunca se había ido. Nunca había dejado de estar. Nunca había habido otra cosa. Esa Presencia era más cercana que la piel, más real que el respirar. No se trataba de nada extraordinario, porque es lo que había sido siempre. Lo que ocurría es que hasta ahora no me había dado cuenta.

¿Cómo puede ser tan simple? –me dije-. ¡Estaba ahí, siempre estuvo, no había nada más que Eso, y no podía verlo!

Cuando llegué a la habitación, mi compañero estaba leyendo un libro y no prestó atención alguna a mi persona, por lo que seguí en silencio. ¿Qué podía decirse? No podía contar que hubiese habido una “experiencia”, porque justamente la novedad es que no había habido ningún experimentador. Tampoco había pasado ninguna cosa especial. Era sólo como si un tonto que hasta entonces sólo veía letras sueltas, empezase a ver las palabras. Además, seguro que él había descubierto esto hacía mucho tiempo. Notaba que aunque en realidad no había cambiado nada, sí había una limpia alegría y una profunda comprensión de todas las cosas y de todas las personas, porque en esa Presencia no había separación. A diferencia de los días anteriores, en que me había molestado que mi compañero me ignorase, todo me parecía perfecto. Al mirarle también él era pura Luz. Había un profundo Amor que no tenía nada que ver con lo que aconteciese fuera, y que estaba ahí, sin que nadie hiciera nada, porque siempre había estado.
Me senté sin hacer ruido en el borde de mi cama. Observé la vida de mi persona y todos los pasos recorridos en busca de esa alegría que en realidad estaba ahí, que nunca se había ido. Había recorrido muchos caminos y realizado muchos esfuerzos, siempre detrás de un objetivo, sin conseguir nunca llenar el vacío que sentía por dentro. ¡Y ese vacío era sólo el clamor de Aquello queriendo manifestarse!

¿Podría conservarlo? ¿Se iría?

Ese pensamiento se diluía en la misma Conciencia, y perdía todo su sentido en el mismo momento en que surgía.

Me di cuenta de que esto era sólo el principio, apenas un vislumbre. Me volvía la imagen del tonto aprendiendo a leer. Sabía que quedaba mucho camino por andar, como siempre dice Consuelo. Esto era como rozar el océano del infinito con la punta de los dedos, o tal vez ni siquiera eso, pero el sabor de la Verdad ya no podía ser olvidado. El Amor, la Paz, la Lucidez, la Unión…tal vez no estarían en la superficie de la conciencia, pero esa evidencia de lo que verdaderamente somos ¿cómo podría desaparecer?

Al caer la noche, la música de una antigua melodía celta emergió del silencio, y brotaron estas palabras cabalgando sobre sus notas:


PRESENCIA: “El secreto abierto”


Más cercana que mi piel
o que el respirar,
más luminosa que el sol,
es la PRESENCIA
de LO REAL

Vacío y plenitud,
oscuridad
hecha de Luz, Amor, Verdad,
pura Conciencia,
Libertad.

Mil sendas recorrí.
Mendigo en busca
del amor.
Tan infeliz por ignorar
quién era YO.

Sin patria y sin hogar.
Sedienta de
respuestas a preguntas que
con esta mente
nunca encontré.

Busqué la felicidad
en los demás,
pero el espejo me mostró
desilusión
y vacuidad.

Me esforcé por hacer
mil y un papeles
de bondad,
y un “ego” astuto creció
con su arrogancia.

Busqué la perfección.
Quise cambiar,
sin aceptar que en “Lo que Es”
todo está bien,
y en su lugar.

Traté de eliminar
miedo y rencor,
sin admitir que los creó
el espejismo
de separación.

Quise comprar la llave
de la liberación;
Y el secreto es que la puerta
nunca existió.

Creí ser este cuerpo,
ser esta voz,
y ahora se que soy la Vida,
y que ella canta
esta canción.

Lo que nunca fue nada
es nada por fin.
Sólo PRESENCIA de lo REAL.
Lo que siempre fue
es ahora y aquí.

Silencio del pensar.
Quien no era nadie
es nadie por fin.
¡Pura PRESENCIA de lo REAL.
AHORA Y AQUÍ!

 

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